EBOOK MILAGRO EN LA PESCADERÍA

UNA TIENDA FRÍA Y LUMINOSA
De todos los comercios del barrio en que vivía Enrique, el de la pescadería era el que más le gustaba. Mientras la tienda estaba cerrada parecía una caja fuerte, con su trapa metálica ondulada. Pero todo era distinto cuando cada mañana el señor Floro la alzaba con alegría escandalosa para entrar a preparar las cosas: afilar los cuchillos y las tijeras; limpiar las cajas para el pescado; barrer las escamas perdidas como monedas incandescentes.
Traía Floro trozos de hielo picado que iba dispersando por el mostrador de mármol hasta dejarlo todo brillante y luminoso; luego, derramaba ramos de helechos en el fondo de los cajones de madera y, por fin, empezaba a escribir con tiza azul los nombres de los pescados en cada letrero: “Merluza”, “Sepia”, “Boquerón”, “Pez espada”…, todo un universo allí encerrado, en aquellos nombres mágicos que aguardaban a los propios peces, como si ya existieran antes que ellos.